Wu Chi-wai, hablando en nombre de los quince miembros que renunciaron, tweeteó que "'Un país, dos sistemas' en Hong Kong ha llegado a su fin". Eso es cierto, y es lamentable, pero es difícil ver cómo una renuncia masiva que elimina a todos los legisladores pro-democracia de Legco ayuda a la causa.

Las malas tácticas en una buena causa han sido el sello del comportamiento del movimiento democrático durante los últimos dieciocho meses. Movilizó una campaña de protesta no violenta muy eficaz cuando el gobierno comunista de Pekín introdujo una ley en junio de 2019 que impugnaba directamente el acuerdo firmado por China y la antigua potencia colonial, el Reino Unido, en 1997.

El Reino Unido ignoró los derechos democráticos de la mayoría china de la ciudad durante la mayor parte de sus 155 años de mandato, pero cuando devolvió la colonia a China en 1997 obtuvo la garantía de que Hong Kong podría mantener sus instituciones libres, incluida la libertad de expresión y de prensa, tribunales imparciales y un gobierno separado y parcialmente democrático durante cincuenta años. El lema era "Un país, dos sistemas".

La nueva ley de Beijing habría permitido que los residentes de Hong Kong fueran trasladados a los tribunales del continente por ciertos delitos de "seguridad". Así que los manifestantes salieron a las calles para proteger el status quo que mantenía a todos habitantes de Honk Kong libres de la interferencia comunista, la cual enriqueció a algunos. En tres meses la jefe ejecutiva Carrie Lam retiró la legislación.

El gobierno de Hong Kong no es un agente totalmente libre y Lam inicialmente aceptó la demanda de Beijing. Al retirarla, estaba indicando que Beijing estaba dispuesto a dejar el asunto por ahora. Pero los manifestantes arrebataron la derrota a las fauces de la victoria.

Lo más sensato era aceptar la concesión e irse a casa. La demanda de Pekín podría volver en cinco años y solo disfrutar del tiempo ganado. El régimen comunista nunca dejará tener más que esto, y la población del continente lo supera en 200 a 1.

En lugar de volver a casa felices, los manifestantes se quedaron en las calles y aumentaron las apuestas, exigiendo elecciones totalmente libres y más autonomía para Hong Kong. También rompieron la regla principal y permitieron que sus protestas se volvieran violentas. (No importaba que la policia se hubiera tornado violenta, su única seguridad era permanecer en la no violencia a pesar de las provocaciones).

 

Así que el régimen comunista de Xi Jinping en Pekín respondió con dureza a lo que vio como un serio desafío a su autoridad. Se impuso una nueva ley en Hong Kong, contraria al acuerdo de 1997, que subordinaba efectivamente el sistema jurídico de la ciudad a los caprichos de Beijing.

Fue el fin de la autonomía jurídica de Hong Kong, y para echarlo en cara, cuatro legisladores prodemocráticos fueron expulsados del Legco. En un último gesto quijotesco la semana pasada todos los demócratas restantes en el Legco también renunciaron. Es el preludio de un abandono mucho mayor.

La relativa libertad de Hong Kong siempre estuvo condicionada y finalmente condenada (2047 a más tardar), pero este torpe colapso fue prematuro y está lejos de ser inevitable. Ahora sólo quedan dos cuestiones de fondo. ¿Qué pasa con Taiwán y adónde irán todos los habitantes de Honk Kong que quieran irse?

Un tercio de los 7 millones de habitantes de Hong Kong nacieron en el continente: algunos se mudaron a la ciudad por el dinero, pero la mayoría sin duda se alejaron de los comunistas. Otro tercio serán los hijos o nietos de esos refugiados (la población de la ciudad era de sólo 600.000 habitantes en 1945), y probablemente compartirán sus opiniones. Muchos se irán.

Se estima que 600.000 residentes de Hong Kong ya tienen pasaportes extranjeros, la mitad canadienses y la mayoría del resto australianos, británicos o americanos. Los adquirieron como una póliza de seguro, y esta es la contingencia contra la que se aseguraban.

Otros tres millones de personas tienen pasaportes de ciudadanos británicos (de ultramar) o pueden adquirirlos fácilmente, y Londres promete que todos pueden mudarse al Reino Unido si lo desean. La estimación "central" del Ministerio del Interior británico es que entre 258.000 y 322.000 llegarán dentro de cinco años, pero podrían ser muchos más.

Eso a menos que Beijing les impida salir, pero si cierra así las puertas sería el fin definitivo de Hong Kong como gran ciudad comercial internacional.

¿Y qué pasa con Taiwán? Bueno, "un país, dos sistemas" era también la promesa que Beijing le hacía a Taiwán para seducirlo a una reunificación pacífica. Esta posibilidad ha sido completamente destrozada, y la probabilidad a largo plazo de un intento de "solución" militar al "problema" de Taiwán acaba de aumentar significativamente.


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Gwynne Dyer is an independent journalist whose articles are published in 45 countries.

Gwynne Dyer