Una investigación llevada a cabo por un equipo multidisciplinario de científicos de la UC concluyó que "el consumo continuado de arándanos, en dosis diarias de unos 240 gramos, tiene un fuerte impacto en el hígado, proporcionando importantes pistas para orientar" su "consumo sano y seguro", dice la UC.

El descubrimiento, ya publicado en la revista Pharmaceutics, se produjo durante un estudio que pretende evaluar los posibles efectos beneficiosos del zumo de arándanos en el contexto de la prediabetes. Teniendo en cuenta la composición fitoquímica enriquecida del arándano, en una diversidad de compuestos bioactivos que "parecen ser capaces de conferir innumerables efectos protectores en diferentes condiciones, pareció (a los investigadores) muy pertinente percibir también el impacto del consumo de este 'superalimento' a largo plazo, en una condición saludable". En el caso de los alimentos que se consumen en el mercado internacional, los coordinadores del estudio, Flávio Reis y Sofía Viana, del Instituto de Investigaciones Clínicas y Biomédicas de Coimbra (iCBR), de la Facultad de Medicina, citados por la UC, explicaron.

Para ello, los investigadores evaluaron un conjunto de parámetros metabólicos, con énfasis en el hígado, y en particular en las funciones mitocondriales, en ratas adultas sometidas durante 14 semanas a un consumo regular de zumo de arándanos naturales (equivalente en un hombre a un vaso y medio de zumo al día). Se observó que en las ratas prediabéticas "había una protección contra la esteatosis hepática (acumulación de grasa en el hígado) y un enorme impacto a nivel de las mitocondrias", dice Sara Nunes, estudiante de doctorado en el ámbito de este proyecto.

En el caso de las ratas sanas, señala Sara Nunes, se constató "que el consumo de jugo de arándanos no tuvo ningún impacto en el perfil metabólico y no se produjeron cambios a nivel intestinal. Sin embargo, el impacto en el hígado fue sorprendente, en particular en la función mitocondrial, similar al efecto de una dieta alta en calorías". Los resultados observados en ratas sanas sugieren que el consumo continuado de arándanos obliga a una reprogramación metabólica, cuyas consecuencias (beneficiosas o perjudiciales) siguen sin estar claras.