El deshielo es irreversible, según el contralmirante de la Armada portuguesa Carlos Ventura Soares, que dirige el Instituto Hidrográfico, pero "en este momento nadie puede saber a qué velocidad se producirá".

Una consecuencia evidente es el impacto en el ecosistema ártico, pero también la apertura de "dos nuevos grandes espacios: la facilidad de acceso a los recursos naturales y la apertura de nuevas rutas marítimas".

Lo que ya tienen naciones como Noruega o Estados Unidos es la posibilidad de explotar los recursos naturales que el deshielo expone y hace accesibles en sus zonas económicas exclusivas.

La posibilidad de navegar con seguridad por el Ártico con rutas regulares "haría al Canal de Suez, en el paso del tránsito de mercancías de Asia a Europa, lo que el Canal de Suez hizo a la ruta del Cabo, que ya no es tan utilizada para mucho tráfico del Índico al Atlántico", dice el director del Instituto Hidrográfico.

Ventura Soares subraya que pueden pasar décadas antes de que se den las condiciones para que sean navegables de forma regular, lo que "por el momento aún no se ha producido", además de "viajes experimentales limitados o sólo a puertos locales".

Además de menos hielo, estas rutas tendrían que tener "capacidad de búsqueda y rescate en caso de accidente, pilotaje marítimo y capacidad de limitar posibles vertidos". Mientras esto no ocurra, difícilmente podremos hablar de una ruta marítima perenne con posibilidad de uso comercial, aunque sea difícil durante todo el año, pero sí durante gran parte de él", afirma.

Cosco ha avanzado en la exploración de una ruta ártica, pero con barcos con una capacidad máxima de tres mil contenedores, mientras que "los buques nodriza que hacen la ruta asiática tienen todos una capacidad de 16 mil y, en el caso de los más grandes, de 23 mil".

Esto es una desventaja económica, pero un incentivo es el hecho de que el tiempo de travesía Asia-Europa se puede acortar en 14 días o más y en el transporte marítimo, "el coste financiero de las mercancías retenidas durante el tiempo de tránsito tiene a veces un impacto tan grande como el del flete".

Jorge D'Almeida cree que "no será en los próximos 50 años" cuando los buques más grandes del mundo puedan utilizar la ruta ártica, entre otras cosas porque en la ruta tradicional que lleva la carga de Asia a los puertos del norte de Europa (Amberes, Rotterdam y Hamburgo) a través del Canal de Suez, se puede hacer negocio en el trayecto pasando por almacenes importantes, como Singapur.

Aunque todavía no sea una realidad, es necesario actuar ahora para salvaguardar el Ártico de la codicia económica de los Estados, defendió en declaraciones a Lusa la abogada estadounidense Kristina Gjerde, consultora del Programa Global Marino y Polar de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

"En el Ártico son las personas, la vida marina, el hielo y todo el ecosistema lo que hay que proteger y donde se están produciendo algunos de los cambios más rápidos del planeta", afirma.

Según los datos más recientes del Centro Nacional de Datos sobre la Nieve y el Hielo de Norteamérica, el hielo del Ártico en febrero ha ido disminuyendo a un ritmo del 2,9% en cada década.

"El reto es crear estructuras de gobernanza que sean jurídicamente vinculantes y que inhiban la carrera por los recursos o los canales navegables que se puedan abrir, como ya ha ocurrido en el acuerdo de pesca en alta mar en el Ártico, que demuestra cómo países como EEUU, Rusia, China o estados europeos son capaces de colaborar cuando se trata de algo que es de interés internacional", defiende.

Kristina Gjerde señala que, aún sin rutas permanentes para cruzar la región y con un tráfico limitado a los puertos locales, ya circulan barcos propulsados por combustibles pesados, "que se emiten a la atmósfera y al hielo, acelerando el calentamiento".

"El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha dicho que estamos haciendo la guerra a nuestro planeta y tenemos que pensar en el impacto total de la navegación, tanto ahora como dentro de 20 años", dijo el abogado.

Los impactos totales en un ecosistema tan sensible aún se desconocen y los ocho países con asiento en el Consejo Ártico tienen que evaluarlos y los cinco con zonas económicas exclusivas en la región (Estados Unidos, Canadá, Rusia, Dinamarca y Noruega) tienen que vigilar el impacto de la explotación de los recursos.

"Hay que descarbonizar el transporte marítimo. Garantizar una huella ecológica tranquila, porque son lugares que no están acostumbrados al ruido. Hay que navegar despacio y no se puede agravar el problema del cambio climático global. Hay que evaluar mejor los pros y los contras", defiende Kristina Gjerde.

El estado del Ártico y la investigación científica en la región están en el centro del congreso científico virtual Arctic Science Summit Week, que comenzó el pasado viernes con reuniones de trabajo, pero cuya parte científica, organizada por Portugal, se desarrolla del miércoles al viernes.