Según João Cerejeira, economista especializado en el mercado de trabajo, los Censos de 2021 confirmaron tendencias que ya venían de atrás y muestran que 2011 fue un punto de inflexión para la primera década en la que el descenso de la población "no fue por el alto saldo de la emigración", como ocurrió en los años 60/1970, sino por la mortalidad, que no se equilibra con la natalidad ni con el saldo positivo de la inmigración.

"Se trata de una tendencia estructural que se mantendrá en las próximas décadas (...) Es un reto que Portugal tendrá que afrontar en las próximas décadas", afirmó.

El economista, que también es profesor de la Universidad de Minho, defendió la necesidad de una política de inmigración y destacó el caso de Odemira, que es "una excepción en un contexto de interior cada vez más despoblado", pero donde la agricultura demuestra que "hay actividades en el interior que, si son dinámicas, también atraen población".

"Ahora bien, será una población esencialmente inmigrante, si son trabajos que no son buscados por los nacionales y que además suelen tener salarios bajos, acaba siendo un síntoma de falta de mano de obra en Portugal y la forma de solucionarlo es atrayendo mano de obra inmigrante", dijo, considerando que esta será "una tendencia creciente", que se podrá observar.

Cerejeira también destacó que el Censo de 2021 muestra el fin de la tendencia de décadas en las que la población del entorno se concentraba en las capitales de los distritos del interior, porque estas ciudades también están perdiendo población.

"Es preocupante, porque significa que tenemos centros urbanos en el interior que no están teniendo la capacidad de renovarse generacionalmente. Y estas [ciudades] serían los centros de fijación de servicios, de población, de atracción de nuevas actividades, que podrían aportar algo de dinamismo al interior, pero que están perdiendo la capacidad que habían mostrado en las últimas décadas", subrayó, destacando que "la pérdida de población, a largo plazo, tendrá graves efectos económicos locales".

En el lado positivo, el profesor destaca el gran crecimiento de Braga, un municipio que está en la costa, pero que no está integrado en ninguna de las áreas metropolitanas (en Oporto y Lisboa) y que "tiene una combinación de atracción de empresas" y "una gran capacidad en términos de expansión en el sector inmobiliario, que permitió viviendas más baratas que algunos de los municipios vecinos".

João Cerejeira consideró incluso que "la cuestión del precio de la vivienda será decisiva para la capacidad de algunas localidades de conseguir atraer a la población, ya sea nacional de otros municipios o también población inmigrante".

"Esto significa que aquí hay espacio para las políticas públicas locales. Ahora, que estamos en un año de elecciones municipales, es el momento de tener políticas que consigan instalar empresas, atraer actividades que generen empleo y que tengan esta capacidad de atraer población", dijo.

El Algarve y el Área Metropolitana de Lisboa fueron las únicas regiones que registraron un crecimiento demográfico en los últimos 10 años.