"Al menos en el primer encierro, creemos que hubo casi un 20% que terminó cerrando. Por varios motivos, algunos porque no les interesaba seguir y otros porque el tema del cierre y empezar a ir a las casas de la gente llevó aquí a una parte que es un poco ambigua de hablar, porque a veces la gente empieza a trabajar desde casa y eso lleva a situaciones de no legalización. Pero hay algunas personas que dejaron de trabajar porque empezaron a trabajar en casa, no sé hasta qué punto esto tendrá futuro o no, porque esto no es legal en Portugal", dijo a Lusa el presidente de la APBCIB, Miguel García.

El sector fue considerado no esencial y obligado a cerrar en dos periodos de lucha contra la pandemia, primero entre mediados de marzo y finales de abril de 2020 y luego desde mediados de enero hasta mediados de marzo de 2021.

En cuanto a esta segunda fase de cierre, aún no hay datos concretos, pero Miguel García tiene la sensación de que algunas peluquerías han abierto otras más pequeñas, con equipos "mucho más reducidos", lo que puede indicar tanto "una limpieza que a veces también es beneficiosa en el sector" como un futuro "deterioro en cuanto a la calidad de los profesionales que se quedan".

Según el funcionario, la profesión fue desregulada en 2011 debido a una directiva europea y actualmente hay comisiones técnicas que analizan la posibilidad y los términos para volver a regular el sector.

Dos años después del inicio de la pandemia, Miguel García, peluquero desde hace casi 40 años y con dos salones en Lisboa, Saldanha y Benfica, valora muy positivamente la rápida adaptación del sector a las nuevas normas y lamenta que la recuperación tras el segundo encierro sea lenta.

Las reuniones y comidas de amigos han disminuido, muchas fiestas de fin de semana también, y esto ha llevado a los clientes a ir a la peluquería sólo para retocarse o cortarse las raíces, de modo que los que iban casi todas las semanas están ahora dos meses o más sin volver, explicó.

Miguel García cree que la situación se normalizará ahora con el fin del teletrabajo, siempre y cuando la gente vuelva a tener una vida normal, mientras tenga dinero en el bolsillo.

"Aquí la gran pregunta es si el Estado puede garantizar la recuperación de la economía", dijo.