Pero, ¿qué es la vejiga hiperactiva y cómo se diagnostica la IU?

La vejiga hiperactiva (VH) es un síndrome que se caracteriza por la urgencia de orinar, generalmente acompañada de un aumento de la frecuencia y la nicturia (necesidad frecuente de orinar por la noche), con o sin IU y en ausencia de una infección urinaria u otra patología subyacente.

Aunque se asocia a un aumento de la mortalidad, tiene un profundo impacto en el bienestar y la calidad de vida, especialmente de las mujeres, que suelen tener diagnósticos concomitantes de depresión o ansiedad, acompañados de dificultades en el contexto laboral y aislamiento social.

El primer paso en el abordaje de estos pacientes incluye la recogida de una historia clínica detallada, en el caso de las mujeres, que incluye, entre otros, los antecedentes ginecológicos y obstétricos.

El número de partos es un factor de riesgo para la IU, así como el prolapso de órganos pélvicos. Sin embargo, la IU está descrita en mujeres nulíparas (mujeres sin hijos) y puede alcanzar una prevalencia del 32% entre los 55 y los 64 años de edad.

Si se comparan las mujeres que han tenido un parto por cesárea (que tienen una prevalencia de IU similar a las nulíparas), con las mujeres que han tenido un parto vaginal, éstas tienen un mayor riesgo de IU de esfuerzo. La edad de la madre en el primer parto y el peso del recién nacido también se han considerado factores de riesgo obstétrico para la IU.

El propio embarazo también predispone a la IU, con un aumento a lo largo de los distintos trimestres. Sin embargo, se ha demostrado que la prevención primaria mediante ejercicios de entrenamiento del suelo pélvico durante el embarazo reduce en un 62% la probabilidad de padecer IU al final del embarazo y en un 29% la de experimentarla entre los 3 y los 6 meses posteriores al parto.

Se sabe que la prevalencia de la vejiga hiperactiva aumenta con la edad, y se espera que aumente en los próximos años, debido al envejecimiento de la población.

Los cambios fisiológicos asociados al envejecimiento, como los cambios en el tono muscular o la disminución de la capacidad de la vejiga, favorecen el desarrollo de la VAB, especialmente en presencia de factores precipitantes. Sin embargo, la VAB no debe considerarse una parte inevitable del envejecimiento y, por tanto, merece una evaluación y un tratamiento adecuados.

Existe un amplio espectro de opciones terapéuticas y la selección depende de la gravedad de los síntomas y del impacto que tengan en la vida diaria del paciente.

El primer enfoque suele ser no invasivo e incluye ajustes en el estilo de vida (con el objetivo de limitar los agentes irritantes para la vejiga), entrenamiento vesical, técnicas de supresión del impulso y fisioterapia del suelo pélvico.

El tratamiento quirúrgico de la IU de esfuerzo ha evolucionado en las últimas décadas hacia enfoques mínimamente invasivos. Se opta por esta alternativa cuando los demás enfoques no tienen resultados suficientemente satisfactorios, por lo que se reserva para un pequeño porcentaje de pacientes.