Su madre vivía con ellos y era igualmente difícil, lo que supuso un reto constante para Santa Mónica. Tuvo tres hijos: Agustín, Navigio y Perpetua. Gracias a su paciencia y sus oraciones, logró convertir a su marido y a su madre a la fe católica en el año 370. Perpetua y Navigio entraron en la vida religiosa. San Agustín fue mucho más difícil, ya que tuvo que rezar por él durante 17 años, rogando las oraciones de los sacerdotes que, durante un tiempo, trataron de evitarla debido a su persistencia en este esfuerzo aparentemente desesperado.


Un sacerdote sí la consoló diciendo: "no es posible que el hijo de tantas lágrimas perezca". Este pensamiento, unido a una visión que había recibido, la fortaleció. San Agustín fue bautizado por San Ambrosio en el año 387. Santa Mónica murió ese mismo año, cuando regresaba a África desde Roma, en la ciudad italiana de OSTIA. Su fiesta se celebra el 27 de agosto.