Esta transmutación se produjo en el laboratorio europeo de física de partículas, cerca de Ginebra, donde los investigadores lograron la hazaña apuntando haces de plomo entre sí, que viajaban a una velocidad cercana a la de la luz.
Como los iones se cruzan ocasionalmente, en lugar de colisionar, el intenso campo electromagnético que rodea a un ion puede crear un pulso de energía que provoca que el núcleo de plomo que se aproxima expulse tres protones que lo convierten en oro.