En total, son cerca de 1,2 millones de alumnos los que, por tiempo indefinido, tomarán sus clases desde casa, casi un año después de que, en marzo, el Gobierno cerrara los colegios e implantara inicialmente la enseñanza a distancia para contener la pandemia del covid-19.

Si el año pasado el nuevo régimen sorprendió a la comunidad educativa, esta vez esta posibilidad ya estaba prevista cuando, hace dos semanas, se suspendieron las clases.

Cuando anunció la medida, el primer ministro, António Costa, dijo que esperaba que la interrupción de las actividades presenciales fuera "de corta duración", pero unos días después admitió que el regreso a las escuelas no sería posible al final de los 15 días previstos y que la alternativa sería la enseñanza online.

Aunque se trata de un escenario para el que los colegios deberían estar preparados desde el inicio del curso, según las directrices del Ministerio de Educación, las advertencias de que no todos los problemas se han solucionado provienen de los directores de los centros, de los profesores y de los padres, que anticipan la vuelta con preocupación y esperan que no se prolongue demasiado.

En declaraciones a Lusa, los presidentes de dos asociaciones de directores confirmaron que las escuelas y los profesores están ahora mejor preparados para la enseñanza a distancia, pero todavía prevén limitaciones similares a las registradas el año pasado.

La lista de preocupaciones incluye, sobre todo, la falta de ordenadores y de acceso a Internet para acompañar las clases online, la fragilidad de algunos alumnos debido a su contexto familiar y socioeconómico, y la dependencia de los más jóvenes.

Para minimizar algunas dificultades, el Gobierno promete otros 335.000 ordenadores, que se distribuirán a lo largo del 2º periodo, además de la compra de otros 15.000 aún sin fecha prevista de llegada.