Las alegrías de los muebles de paquete plano, la sensación de logro de casi construirlo uno mismo que dicen.

Esa sensación de hundimiento cuando sé que voy a pasar más tiempo del necesario girando los planos de esta manera y de la otra, contando tornillos y arandelas, perdiendo alguna herramienta especial y discutiendo con el marido sobre quién sabe más. O lo que es peor, tener que viajar 50 kilómetros o más para quejarse de un tornillo que falta y descubrir que tienen todo un departamento dedicado a los tornillos que faltan, y que algún asistente sonriente produce lo que te falta como un mago que saca una carta de la manga.

He colocado estanterías al revés, de atrás hacia delante, me he saltado pasos vitales y he encontrado piezas sobrantes que no parecen encajar en ningún sitio. La alegría de terminar ese mueble de baño que se ha perdido porque la bisagra estaba en el lado equivocado (sí, era una opción que se había omitido mucho antes), la alegría de terminar una estantería y encontrar que uno de los estantes tiene un borde crudo (ese horrible MDF) en la parte delantera en lugar de estar escondido en la parte trasera. Buscar frenéticamente con una sola mano algo en lo que apoyar la estantería tambaleante mientras buscas el tornillo que se te acaba de caer al suelo.

Ya he pasado por eso.

A principios del invierno pasado, compramos una cosa con marco metálico para mantener los troncos firmes mientras se cortaban los trozos grandes en trozos pequeños con la motosierra. Creo que había, como mucho, 10 piezas en la caja y un puñado de tuercas y tornillos, pero con sólo la imagen en la parte delantera de la caja para montarlo. Y sí, nos las arreglamos para montarlo mal y tuvimos que pasar medio día desmontándolo, con la presión sanguínea aumentando por momentos.

Sí, el automontaje hace que los muebles sean asequibles y, para ser sinceros, meter esa mesa empaquetada en el coche es más fácil que luchar con ella montada y descubrir que no entra, ni siquiera con el maletero abierto.

Pero la otra cara de la moneda es que suelen ser endebles y no resisten los rigores de la vida moderna. No están construidos para durar toda la vida, como ocurría en la juventud de nuestros padres, cuando comprabas un juego de comedor para ESA habitación y nunca se trasladaba a otro lugar en el que quizás no encajara.

Me pregunto si hay que tener un cierto tipo de cerebro para esta broma del autoensamblaje, en el que puedes imaginarlo en cada etapa del viaje hasta su finalización. O un carpintero latente. O un trabajador de la construcción que hable sueco.


Author

Marilyn writes regularly for The Portugal News, and has lived in the Algarve for some years. A dog-lover, she has lived in Ireland, UK, Bermuda and the Isle of Man. 

Marilyn Sheridan