Desde un punto de vista evolutivo, la capacidad de resistir períodos de escasez de alimentos y el ayuno prolongado fueron cruciales para la supervivencia de nuestra especie a lo largo de la historia.

Sin embargo, aunque se ha practicado durante millones de años, sólo recientemente hemos llegado a comprender sus beneficios para la salud debido al creciente conjunto de pruebas científicas, que sugieren que el ayuno puede utilizarse como estrategia para mejorar ciertos parámetros bioquímicos y fisiológicos relacionados con la salud. Pero, ¿será este el caso para todos? ¿Es la abstinencia realmente el secreto?

Se sabe que el ayuno da lugar a la cetogénesis (un proceso que ocurre en el hígado, donde tras un proceso de adaptación, la mayoría de los tejidos corporales comienzan a utilizar los ácidos grasos -grasa- como combustible, ahorrando glucosa -azúcar- e, iniciando la cetogénesis).

Además de esta función energética, los cuerpos cetónicos originados en este proceso son los responsables de evitar la sensación de hambre, un factor muy importante en el proceso de pérdida de peso.

La literatura señala los siguientes efectos principales del ayuno

Aumento de la sensibilidad a la insulina y consiguiente mejora del control de la glucemia;

Efectos cardiovasculares (disminución de la grasa visceral, mejora del perfil lipídico, es decir, disminución de los niveles de colesterol y triglicéridos en sangre);

Ayuda a la modulación de la microbiota intestinal;

Reducción de los niveles de estrés oxidativo y disminución del perfil inflamatorio.

Protocolos de ayuno intermitente

Durante los períodos de ayuno total, se permite la ingesta de agua, tés (sin azúcar) o café. Durante los periodos en los que se permite la comida, lo que se ingiere depende de los objetivos de cada persona. Por ejemplo, si se utiliza como estrategia para perder peso, siempre tendrá que haber una restricción de calorías, incluso en los periodos en los que se permite comer. Aunque no se dicta el tipo de alimentos que puede comer cada persona, se recomienda que la elección sea equilibrada, variada y lo más completa posible.

Método 16/8 (ayuno de 16 horas con comidas separadas por 8 horas y el método más aceptado por la ciencia);

Método Eat-Stop-Eat (ayuno de 1 ó 2 veces a la semana entre una comida de un día y la misma comida del día siguiente);

Método 5/2 (durante 2 días de la semana una ingesta de sólo 500 a 600 kcal y los 5 días restantes manteniendo la dieta habitual).

Aunque el ayuno intermitente es sin duda una tendencia creciente, es vital recordar que no es en absoluto un milagro, y mucho menos la solución perfecta para todos. Esta práctica no está recomendada para niños y adolescentes, diabéticos, casos de trastornos alimentarios, mujeres embarazadas y personas que padecen enfermedades crónicas.

Aunque hay suficientes pruebas que apoyan el papel beneficioso del ayuno para la salud, todavía se necesitan más ensayos clínicos en humanos para comprobar la eficacia y seguridad de esta intervención en la prevención y el control de las enfermedades metabólicas y cardiovasculares. Sin embargo, todo indica que los beneficios del método van más allá de la cinta métrica.

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