Corvo, que sólo tiene unos 400 habitantes, ha visto aumentar el número de amantes de la ornitología que acuden a la isla entre octubre y noviembre en busca de especies raras de aves. Esta búsqueda, que comenzó "hace más de una década", como ha mencionado José Manuel Silva, alcalde de Corvo, ha contribuido al rejuvenecimiento de la isla y ha ayudado a que crezca su economía.

Hay visitantes de todo el mundo, pero un gran número procede de Europa, especialmente de Bélgica, Francia e Inglaterra. "No quiere decir que no haya aves migratorias en otras islas, pero en Corvo acaba siendo especial, porque es más fácil que se junten y sigan en grupo, y al final lo anotan todo en sus cuadernos de bitácora", ha dicho el alcalde, añadiendo que no regresan al pueblo hasta el final del día aunque salgan con las primeras luces del día.

Según anunció José Manuel Silva, los observadores de aves que visitan la región contribuyen masivamente a la mejora de los índices turísticos de la isla. "Algunos se alojan en casas particulares porque al principio la isla no tenía la capacidad de respuesta alojativa que tiene actualmente, son personas que llevan 10, 12 y 13 años yendo a Corvo y que siguen alojándose en estas casas particulares", afirmó.


Además del avistamiento de aves, hay decenas de operadores con licencia que ofrecen excursiones de avistamiento de cetáceos y experiencias de buceo, un tipo de turismo que comenzó hace unos 30 años, de la mano del navegante francés Serge Vialelle, al establecer una base para el avistamiento de cetáceos y delfines en la localidad de Lajes do Pico. Esta acción marcó el inicio de la observación de ballenas y delfines en el archipiélago.