Dos años después del inicio de la invasión de Ucrania y dos años después de su anterior entrevista con Noticias de Portugal, Marcos Castillo, propietario de Platinum Auto Sales, un negocio de coches de lujo en Almancil, ha reconocido que "me involucré demasiado emocionalmente, y aunque sabía que volvería a hacerlo cuando todo hubiera terminado, ahora entiendo por qué existen organizaciones como la Cruz Roja". Marcos, que se trasladó a Portugal en 2011, fue y vino a Ucrania en cuanto comenzó el conflicto en un intento de ayudar a tanta gente como pudo, siendo su última visita en julio de 2022, cuando decidió cerrar las operaciones ya que ayudó a todo el mundo, podía ayudar.

En 2022, cuando comenzó la invasión, Marcos sintió el impulso de hacer algo al instante para ayudar. Sin tener ninguna conexión con Ucrania, aparte de sus dos empleados ucranianos con los que nunca hablaba de política, como el propio Marcos declaró, tomó la decisión de que tenía que actuar de inmediato. "No tenía ni idea de lo que estaba haciendo cuando me subí a una aerolínea con 30.000 euros en efectivo en mi poder". Dijo: "Ni siquiera tenía un plan".

Al llegar al lugar de los hechos, se encontró con unas tres mil mujeres y niños que sólo estaban sentados bajo mantas, con cara de asombro y a la espera de ayuda. Marcos reveló que se esforzó por ayudar a los que parecían más necesitados y les pagó el transporte y el alojamiento en un hotel de Polonia. Al final, acabó pagando 6.000 euros al día por el alojamiento de unos 150 huéspedes. "Yo era auténtico, no sabía hablar ucraniano, así que contraté a un traductor y empecé a dejar entrar a la gente en el hotel. En tres días, tenía 150 personas".

Al cabo de un tiempo, Marcos se vio obligado a pedir ayuda al darse cuenta de que no podía seguir pagando 6.000 euros al día. Un equipo de rodaje de Good Morning Britain se desplazó al lugar para cubrirlo, y le dieron un espacio de diez minutos en el horario de máxima audiencia de la televisión inglesa. Fue una noticia enorme", comenta, y añade que a partir de entonces empezó a recibir ayuda de amigos y otras personas. "Gasté 450.000 euros, y probablemente recibí un tercio de esa cantidad en ayuda de grandes amigos, pero aun así fue extremadamente caro. Tuve que vender algunos objetos personales y hacer serios malabarismos, pero al final lo conseguí", admitió.

Todas estas experiencias, que en sus palabras le "cambiaron la vida", también se convirtieron en parte en una "pesadilla", ya que empezó a "recibir llamadas de gente pidiéndole dinero a todas horas". Marcos reveló que "al principio sólo decía que sí, pero luego me paré a pensar, y finalmente llegué a la conclusión de que no tenía ningún control sobre lo que estaba haciendo", y añadió que "sólo me llamaban para pedirme dinero, me sentía mal diciendo que no, pero también empecé a sentirme un poco resentido después de un tiempo". Marcos explicó que descuidó su vida personal y profesional durante tres o cuatro meses por estar tan inmerso en intentar ayudar a los demás. "Desde el primer día no me importó mi trabajo, pero al final tuve que volver a él".

Mirando atrás, Marcos ha dicho que habría tomado decisiones diferentes, como unirse a una organización y no dejar que triunfara su impulsiva necesidad de dar todo lo que puede, sin tener en cuenta sus consecuencias. Dijo: "Aprecio que marqué la diferencia ayudando a mucha gente, hubo chicos a los que metí en la universidad, y estoy agradecido por haberlo hecho", sin embargo, reveló que otras personas "sólo aceptaron la ayuda y siguieron pidiendo más". Marcus también mencionó que una de las refugiadas ucranianas a las que ayudó -Iryna Vakarchuk-, de Odesa, acabó siendo su ayudante en Polonia. Irina trató con todos los "políticos corruptos del Reino Unido y gestionó todos los visados", lo que, como subrayó Marcos, fue "una ayuda enorme".

Además de ayudar a numerosas familias en Polonia, también trajo familias a Portugal. Sin embargo, debido a la barrera del idioma, la escasez de opciones laborales, los bajos salarios y el hecho de que "muchas de las mujeres simplemente echaban de menos a sus maridos y no podían hacerlo", Marcos reveló que, por tanto, "no todas las familias a las que ayudé acabaron quedándose". Marcos afirma que sigue en contacto con un par de los miembros de las familias a las que ayudó, uno de los cuales es un niño de 10 años al que ayudó a matricularse en una escuela privada de inglés y que llegó a ganar el premio al estudiante más valioso, lo que describe como "muy satisfactorio."

"Siempre intento ponerme en el lugar de los demás -siempre recuerdo que algunos niños están tirados en la cuneta- y aquí, en Occidente, damos las cosas por sentadas". Como afirma Marcos, "es propio de la naturaleza humana seguir adelante y olvidar", pero para él es importantísimo ser sensible y comprender por lo que están pasando otras personas.

"Ayudé a unas 300 personas y diría que la vida de 50 de ellas cambió para siempre, positivamente", declaró, añadiendo que "estuve allí para echarles una mano, pero simplemente no puedo cargar con ellos para siempre". Más de 200 personas fueron enviadas al Reino Unido con la ayuda de Marcos y los demás colaboradores, otras 100 familias se dispersaron por Europa, y unas pocas familias fueron enviadas a Canadá. "Este conflicto está olvidado. La gente está cada vez más cansada de ayudar, pero debemos seguir esforzándonos. Nuestros esfuerzos no tienen que ser necesariamente materiales, pero debemos hacer lo que podamos".


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After studying Journalism for five years in the UK and Malta, Sara Durães moved back to Portugal to pursue her passion for writing and connecting with people. A ‘wanderluster’, Sara loves the beach, long walks, and sports. 

Sara J. Durães