En los últimos años, los criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ASG) han pasado al centro de las estrategias de inversión. Según la Encuesta Europea de Relaciones con Inversores 2025 de CBRE, el 95% de los inversores considera ahora la sostenibilidad un factor decisivo en sus decisiones de inversión. Esta cifra refleja algo más que una tendencia: señala un profundo cambio en la forma de definir el valor en el sector inmobiliario.

Los activos que no cumplen las normas ASG se consideran cada vez más un pasivo. Corren un mayor riesgo de devaluación, de exclusión de las carteras de inversión o de quedarse varados en un mercado en rápida evolución. En cambio, los activos sostenibles no sólo mantienen el valor, sino que impulsan carteras preparadas para el futuro.

Además, este cambio no se debe únicamente a la demanda del mercado. La normativa está reforzando esta tendencia. Las nuevas normas de la UE obligan a las empresas a publicar planes de transición climática y a informar sobre sus resultados en materia de sostenibilidad. Aunque algunos cambios recientes, como el Paquete Ómnibus y el ESRS simplificado, han aligerado la carga que supone la presentación de informes, la mayoría de las organizaciones siguen definiendo y comunicando sus estrategias climáticas. La sostenibilidad ya no es un movimiento de relaciones públicas; es una necesidad financiera.

En consecuencia, el sector se está replanteando su enfoque. La renovación de los edificios existentes se ha convertido en la estrategia preferida de muchos inversores. La adaptación de los activos más antiguos para cumplir los criterios ASG se considera una forma rentable y eficaz de cumplir la normativa y, al mismo tiempo, aumentar el valor a largo plazo. El mercado está empezando a recompensar la eficiencia y la transformación, no sólo los nuevos desarrollos brillantes.

Curiosamente, esta creciente importancia de la sostenibilidad ha invertido el discurso sobre los precios. Los inversores son ahora menos proclives a pagar una prima por los edificios ecológicos, no porque la sostenibilidad sea menos valiosa, sino porque ahora se espera de ella. Lo ecológico ya no es un lujo, sino la base. La falta de cumplimiento de las normas ASG se ha convertido en un riesgo financiero real.

Esta evolución de la mentalidad es compartida por toda la cadena de valor inmobiliaria, desde promotores y constructores hasta gestores de activos y financieros. Todos los agentes se enfrentan a una presión cada vez mayor para ofrecer activos eficientes desde el punto de vista energético, con bajas emisiones y preparados para el futuro. Ya sea a través de la elección de materiales, de los sistemas de construcción o de la transparencia de los datos, la sostenibilidad está ahora integrada en las métricas de rendimiento.

En última instancia, la transición hacia un sector inmobiliario sostenible no consiste únicamente en cumplir las exigencias normativas o en cumplir los requisitos ESG. Se trata de seguir siendo relevante, competitivo y resistente. Las empresas que sigan tratando la sostenibilidad como un "extra" tendrán dificultades para atraer capital o mantenerse a la altura de las expectativas cambiantes.

En el mercado actual, la sostenibilidad no consiste en destacar, sino en mantenerse en el juego. Y las empresas que más rápido adopten esta nueva norma serán las mejor posicionadas para el éxito a largo plazo.