Mientras los rayos de sol otoñales danzan a través de un banco de nubes sobre el imponente Monumento a Washington, mis ojos se dirigen hacia el este, hacia la Estatua de la Libertad, situada en lo alto del Capitolio.

David, mi afable guía de Wisconsin, señala la figura femenina de bronce de 4 metros que encarna el espíritu fundador de los Estados Unidos.

"Está orientada hacia el este porque el sol se pone en el oeste", explica.

"Así que mientras ella esté ahí, el sol nunca se pondrá en la cara de la libertad".

Mi recorrido en bicicleta por los monumentos y memoriales de Washington está llegando a su fin y la observación no hace sino reafirmar lo que se hizo tan evidente mientras pedaleaba de una parada a otra por los caminos llenos de hojas del National Mall.

"En DC no hay casualidades", añade David, levantando el caballete de su bicicleta mientras se prepara para volver a la base de Unlimited Biking.

"Hay un plan detrás de todo".

El simbolismo manda

El simbolismo impregna la capital de EE.UU., y ninguna visita está completa sin un recorrido -a pie, en bicicleta o en autobús- por los conocidos monumentos que trazan la historia de una nación a través de la arquitectura narrativa.

Mi punto fuerte es estar en los escalones de granito del Monumento a Lincoln, contemplando las brillantes aguas de la gran piscina reflectante del Mall desde el mismo lugar donde, en agosto de 1963, Martin Luther King Jr. pronunció su discurso "Tengo un sueño", que marcó una época.

Teniendo en cuenta su histórico pasado, el reto de Washington ha sido siempre ampliar su atractivo más allá de su rico patrimonio y atraer a visitantes deseosos de ver algo nuevo.

El recién reabierto Museo Nacional del Aire y del Espacio es un buen ejemplo de cómo la ciudad intenta equilibrar su pasado con su presente.

La colección alberga algunas piezas notables, desde el Flyer de los hermanos Wright, que completó el primer vuelo tripulado del mundo, hasta el módulo de mando del Columbia que trajo de vuelta a la tierra a los primeros astronautas lunares. También se expone el traje espacial Apolo de Neil Armstrong.

Más de la mitad de los 1.200 objetos de la nueva sección no se habían expuesto nunca antes, incluido un caza X Wing de tamaño natural de la franquicia de La Guerra de las Galaxias.

El museo es gratuito, y por ello puede dar las gracias a un químico inglés que nunca pisó Estados Unidos.

James Smithson, que murió en 1829, legó 500.000 dólares (438.722 libras) en su testamento para establecer un instituto en Washington que promoviera el "aumento y la difusión del conocimiento".

Tenía una condición: que la entrada fuera siempre gratuita.

Museo del Aire y del Espacio

Además del Museo del Aire y del Espacio, visito los Archivos Nacionales, donde se encuentran la Declaración de Independencia, la Constitución y la Carta de Derechos, y el Museo Nacional de Historia Natural, donde hay maquetas gigantes de dinosaurios, ballenas, elefantes y tiburones que sorprenden a grandes y pequeños.