La decisión del gobierno canadiense de ampliar su ya liberal régimen de suicidio asistido a las edades comprendidas entre los 13 y los 17 años no será tomada a la ligera por los religiosos.

La nueva legislación, que entrará en vigor a partir de marzo de 2024, permitirá a los servicios médicos llevar a cabo actos de eutanasia no sólo en casos de enfermedades terminales y dolorosas, sino también en toda una serie de trastornos físicos y psiquiátricos para los que el paciente no tenga capacidad o deseo de tratar/resistir. Las solicitudes de eutanasia deben presentarse con la firma de al menos dos profesionales médicos no relacionados con familiares o entidades dependientes.

El año pasado, 10.064 canadienses murieron por muerte médicamente asistida; esto supone el 3,3% del total y es comparable al 4,5% de los Países Bajos y al 2,4% de Bélgica, donde existe una legislación similar desde 2002. Sólo una pequeña minoría (el 0,4% en Québec) dio lugar a cuestiones de seguimiento por influencia indebida u otras irregularidades. Sin embargo, con la ampliación de las normas que regulan las circunstancias de las solicitudes de eutanasia, se espera que estos porcentajes aumenten sustancialmente.

En octubre de 2023, Portugal se unirá a España y a los países del Benelux en esta legalidad, pero con cierta aprensión en cuanto a las limitaciones que se establecerán en relación con (1) la eutanasia voluntaria, mediante la cual las personas toman una decisión consciente y positiva en lo que se refiere a su muerte asistida, pero aún más en (2) las situaciones no voluntarias en las que otras personas deben tomar la decisión debido a su incapacidad, como el moribundo en coma. Quizá sea significativo que sólo queden registrados 33.000 "testamentos vitales" en virtud de la legislación introducida hace una década, según la cual las personas declaran por escrito que no desean ser resucitadas ni alimentadas artificialmente, en un esfuerzo de terceros por retrasar el proceso natural de la muerte.

El fascinante pero esquivo fenómeno de la conciencia sigue siendo investigado por los neurocientíficos en paralelo a la moralidad de la conciencia asociada por los psicólogos. En los últimos años, una cooperativa internacional dirigida por los profesores Liad Mudrik, de Israel, y Giulio Toninini, de EE.UU., utilizó una forma primitiva de IA para explorar y comparar los niveles en los que se pueden tomar decisiones. Quizá no sorprenda que los resultados iniciales concluyan que éstas existen en una variedad de formas vacilantes e incluyen la capacidad de que alguien sea capaz de evaluar posibilidades mientras está en coma. La localización exacta en el cerebro del mecanismo de procesamiento de la información y la forma en que puede verse influido externamente siguen sin determinarse. Lo que es seguro sobre la eutanasia es que la toma de decisiones está sujeta a muchas influencias fluctuantes en pacientes, médicos y trabajadores sociales, así como a variaciones en las circunstancias personales y a la presencia/influencia de un clima moral.

Es esta incertidumbre la que obliga a dudar de los procedimientos actualmente emprendidos o contemplados. A medida que envejecemos, los matices de las creencias y lo que podía parecer un realismo lógicamente positivo destinado al beneficio general de la sociedad pueden convertirse en una fuente de ansiedad. Tampoco es reconfortante saber que el bienestar mental de los médicos está en su punto más alto debido a la imposición de estrés; el año pasado se calculó que sólo en EE.UU. unos 400 cirujanos optaron por poner fin deliberadamente a sus vidas. La verdadera expresión de la intención se ha vuelto precaria.

El actual ritmo frenético de desarrollo de la Inteligencia Artificial es abrumador. Sus múltiples aplicaciones y la necesidad de regulación serán el tema principal de la próxima conferencia COP 28 en Dubai (Emiratos Árabes Unidos). Se teme que, al igual que con la introducción de las "criptodivisas" virtuales, las normas retrospectivas nunca puedan contener lo que se ha convertido en una epidemia de incertidumbre moral.

¿Hasta qué punto podemos evitar que una revolución potencialmente beneficiosa para la gobernanza caiga en manos de Estados autocráticos y empresas deshonestas? Estamos en el umbral de un concepto de destino totalmente nuevo para la gestión de una sociedad global, a través del cual el control será ejercido por máquinas robóticas. Éstas trabajarán según una base de datos casi infinita, a partir de la cual se tomarán decisiones lógicas, no emocionales, sobre nuestras vidas y nuestras muertes. Tal será la aplicación de la eutanasia y de su siniestra compatriota la eugenesia

A mis noventa años, descubro que el dilema actual de la vida es mucho más peligroso que cuando yo tenía diecinueve. Espero que nuestras tan denostadas generaciones más jóvenes sean capaces de encontrar la fuerza de propósito para corregir los pecados de sus padres y restaurar tiempos mejores para todos los que puedan habitar el planeta Tierra.