Los resultados de un estudio estadounidense de cinco años de duración, en el que se supervisaron dos emplazamientos solares en antiguas tierras de cultivo restauradas con flores autóctonas, revelaron que las granjas solares respetuosas con el hábitat podrían ayudar a salvaguardar las poblaciones de insectos y mejorar la polinización en las granjas adyacentes.