El descubrimiento, definido por los especialistas como "excepcional", encierra en sí mismo una historia, ya que fue dado a conocer a los geólogos por Eduardo Leitão, que encontró e identificó, a lo largo de la carretera anexa al terreno, la piedra con el fósil de 35 centímetros incrustado.

Vanda Faria dos Santos, investigadora del Departamento de Geología (Instituto D. Luiz) de la Universidad de Lisboa y especialista en huellas de dinosaurios, subraya el "reconocimiento" de la comunidad científica a quien encontró el fósil: "No fue egoísta y tuvo interés en compartirlo y hacerlo público. Otra persona tal vez se habría limitado a llevarse [la piedra] a casa", dijo.

La pareja propietaria del terreno no se opuso a la presencia de los investigadores ni al traslado de la piedra al Museo Municipal de Figueira da Foz, donde se expondrá próximamente.

"Hubo muchas coincidencias felices", señaló Vanda Santos, que hasta 2017 fue investigadora del Museo Nacional de Historia Natural y de la Ciencia, anticipando "toda una aventura" y "un desafío" para el trabajo de los científicos sobre el hallazgo.
Sobre la huella fosilizada, en la que se aprecian tres garras, Vanda Santos dijo que "el hecho de que sea mucho más larga que ancha, hace pensar en un carnívoro [dinosaurio]", del periodo Jurásico Superior.

En aquella época, hace 154 millones de años, lo que hoy es la ladera de la sierra de Boa Viagem frente a Figueira da Foz habría sido, según los especialistas, los cursos de agua que cruzaban ese lugar, el río delta con varios canales, donde los dinosaurios se paseaban por las orillas.

"Serían kilómetros y kilómetros de extensas llanuras, desde aquí hasta Galicia [España], con aguas poco profundas", explicó Vanda Santos.

Preguntado por la agencia Lusa sobre la zona, el geólogo Pedro Callapez, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Coimbra (UC), explica que hace 154 millones de años "sólo había una porción del Atlántico Norte", un océano que comenzó a formarse hace 215 millones de años, "como una 'cremallera', de norte a sur".

"Nos cuesta imaginarlo", declara Pedro Callapez, poniendo el ejemplo de Terranova, en Canadá, hoy a unos 4.000 kilómetros del continente europeo, pero que, en la época en que los dinosaurios recorrían lo que hoy es el Portugal continental, estaba "a unos cientos de kilómetros".

"Y los Alpes, los Pirineos no existían, ni las montañas de la Boa Viagem. No había relieves montañosos pronunciados, la sierra de Boa Viagem no tiene más de 2,5 millones de años, se formó cuando la Península Ibérica estaba presionada contra el norte de África", dice Pedro Callapez.

El geólogo de la UC, máster en Geociencias y doctor en Paleontología, señala que un "fósil único, no se encuentra todos los días" y destacó su relevancia científica, patrimonial, recreativa-turística y educativa.

La huella encontrada se suma a otros descubrimientos en esa región, concretamente identificados en la zona de Cabo Mondego, donde se prevé la creación del llamado Geoparque Atlántico.

Vanda Santos recuerda el trabajo "pionero" desarrollado allí, a finales del siglo XIX y principios del XX, por Jacinto Pedro Gomes, alertado por trabajadores de las minas "que decían que había fósiles curiosos en la playa".

Estos, dice la investigadora, acabaron siendo retirados del lugar para sobrevivir a la acción erosiva del mar y desde entonces se encuentran en el Museo Geológico de Lisboa, situación que la autoridad local de Figueira da Foz pretende revertir.

La investigadora Vanda Santos, que defiende que el patrimonio geológico debe preservarse en el lugar donde se encuentra, sostiene que, en este caso y con el debido cuidado, "nada impide" el traslado de Lisboa a Figueira da Foz.
"Pueden venir o no, es una cuestión de decisión política", dijo la científica.