En aquel momento, la ambición estaba clara para mí, pero confieso que no imaginaba que poco después se anunciaría un nuevo fondo de 125 millones de euros claramente centrado en el sur de Europa. Hoy, este anuncio confirma todo lo que sentí en aquella conversación.

El lanzamiento del Indico VC Fund III no es un fondo más en el mercado. Es una señal de la madurez del ecosistema tecnológico portugués e ibérico. La nueva apuesta de Índico invertirá en startups tecnológicas creadas en Portugal, España e Italia, sin olvidar la diáspora de estos países repartida por centros como Estados Unidos y Reino Unido. Esta conexión entre el talento que se queda y el que emigra es, en mi opinión, una de las claves para construir empresas verdaderamente globales.

El fondo arranca con un fuerte voto de confianza institucional. El Fondo Europeo de Inversiones, la rama del Banco Europeo de Inversiones especializada en PYME y empresas de mediana capitalización, ha asumido un compromiso inicial de 30 millones de euros. Esto no ocurre por casualidad. La entrada del FEI valida la trayectoria de Índico, su estrategia y su capacidad para identificar empresas con verdadero potencial de crecimiento internacional.

El enfoque del fondo es claro y revela mucho sobre dónde está el futuro de la economía. Inversiones desde la fase Semilla hasta la Serie B en áreas como software empresarial, inteligencia artificial, deep tech, tecnología espacial y economía oceánica. Estamos hablando exactamente de los sectores que definirán la próxima década. Sectores en los que el conocimiento, la ciencia y la tecnología se solapan con el capital físico tradicional. Y Portugal, con sus universidades, centros de investigación y nuevas generaciones de emprendedores, está cada vez más preparado para este desafío.

El propio tamaño de Índico es impresionante. Actualmente gestiona más de 240 millones de euros en cinco fondos y ya ha apoyado a 53 empresas que, en conjunto, han recaudado más de 2.500 millones de euros. Cuatro de estas empresas se convirtieron en unicornios. Estas cifras demuestran que no estamos ante un proyecto experimental, sino ante una casa de inversión con resultados concretos e impacto real.

Lo que más me complace de este movimiento es darme cuenta de que Portugal no sólo está recibiendo capital extranjero, como hemos visto en otros sectores. También está generando capital, estrategia y liderazgo desde dentro. Desde Lisboa, Índico está ayudando a tender puentes entre el sur de Europa y el mercado mundial. Está demostrando que es posible escalar empresas desde esta geografía con éxito y ambición.

Después de haber visto de cerca, en la Web Summit, la dinámica del equipo y el tipo de proyectos que evalúan, este anuncio no me sorprende. Al contrario, confirma que estamos entrando en una fase en la que el capital riesgo portugués deja de ser periférico y empieza a asumir un papel relevante en el diseño del futuro tecnológico europeo.

Índico es hoy el espejo de un país que ha dejado de pensar en pequeño en el mundo de las startups. Y esto, para quien sigue la economía portuguesa desde hace años, es quizás una de las señales más alentadoras de nuestro tiempo.