Dos enormes árboles, uno abrazado al otro, un banco de jardín y la vista del Tajo al fondo son el escenario del lugar, un sitio aislado, que garantizaba la privacidad de las ceremonias, que sólo podían hacerse al final del día, cuando, a todos los efectos, el cementerio de Lisboa ya estaba cerrado.

La pinha de lenha, que aún se utiliza en zonas remotas de la India, se realiza al aire libre y, por tanto, requería la protección de ojos curiosos.

No se ocultó nada, pero con permiso del Ayuntamiento de Lisboa, ante la llegada, después del 25 de abril de 1974, de muchos indios, principalmente de Mozambique y "pocos" de Angola, para quienes la cremación es una ceremonia religiosa imperativa.

Empresario fundador de Dan Cake Portugal, Kantilal Jamnadas llegó a Portugal, procedente de Mozambique, en enero de 1976 - "nadie se imagina" el país "conflictivo" que vino a encontrar- y, poco después, murió un joven indio. La tradición hindú decía que era necesario incinerarlo y entonces nos dimos cuenta de que no había lugar para hacerlo.

A pesar de estar legalizada en 1911, en el Código del Registro Civil, la cremación no se practicaba en Portugal desde hacía 40 años.

La muerte de aquel joven fue el inicio de un largo proceso, que terminaría en 1985, con la reapertura del horno crematorio del cementerio del Alto de São João.

Kantilal lideró los contactos con el ayuntamiento, que se mostró "muy comprensivo" y nunca en contra de la cremación, pero la "complejidad burocrática" del material hizo que la pinha de lenha fuera la única alternativa durante años.

"En su momento, nos sugirieron que lleváramos el cuerpo a otro lado, pero nuestra filosofía es: el destino quiere que nazcamos en un lugar determinado y la cremación debe hacerse donde termina la vida", explicó.

"A los hindúes nos gusta recordar a nuestros seres queridos tal y como eran en vida", resumió. Parece sencillo: de la nada que vimos, a la nada que vamos, quedan los recuerdos.

No hizo falta mucho más: lámpara de aceite, algodón, incienso.

Lo difícil de la cremación es que "hay que saber manejar el viento", explicó Kantilal, reconociendo que "es más doloroso ver una cremación en una pinha de lenha que en el crematorio".

En Lisboa, donde hay tres hornos crematorios, la mayoría de los muertos ya son incinerados: El 60%, según datos de 2020, facilitados por Sara Gonçalves. En la actualidad, el proceso de cremación dura aproximadamente dos horas.

"Fue un gran servicio que prestamos a la comunidad", considera Kantilal, mencionando otros dos "regalos" de inspiración hindú: el yoga y el vegetarianismo.

Fundador de la Comunidad Hindú de Portugal y presidente saliente de Dan Cake Portugal (entretanto vendida a una empresa francesa), Kantilal no niega sus raíces, sus padres son indios, y ya ha estado en la India "más de cien veces", dos de ellas en comitiva presidencial.

"Soy un extranjero en la India, nunca he vivido allí", subraya Kantilal, mencionando las "dificultades" que sintió, como propietario de Dan Cake, cuando intentó establecer su negocio en el país asiático.

"Suelo decir que tengo alma india, corazón portugués y físico mozambiqueño", resume el rostro más conocido de la Comunidad Hindú de Portugal, que fundó y presidió durante décadas (hasta 2018).